El doctor en Psicología Clínica Gonzalo Adán (Valencia, 1962) publica Psicología de la incompetencia política (Círculo Rojo), un minucioso análisis sobre por qué la política atrae a incompetentes y la sociedad lo permite. Se trata de un estudio que va desde Mesopotamia a la política más actual. Un ensayo en el que reciben por igual todos los políticos, al margen de su ideología. El también director del Instituto Balear de Estudios Sociales atiende a este diario en su oficina.

Defiende que es posible detectar cuándo un político será corrupto o mentiroso. ¿Cómo?
—Igual que hemos llegado a hacer una selección estricta, rigurosa y eficiente de profesiones importantes para la sociedad, como médicos, pilotos, militares o funcionarios, ¿por qué no se pueden aplicar esos principios de selección a los aspirantes a políticos? Igual no tiene que ser la sociedad quien organice esto porque los partidos están consagrados en la Constitución y esta les otorga la responsabilidad de elegir los que van a listas, pero ¿por qué no se establece un procedimiento de selección psicotécnica que filtre aquellos perfiles que previamente se han considerado no aptos o ineptos para ser políticos? Debería de haber desde experiencia acreditada hasta tests psicológicos de equilibrio mental, como cuando se aspira a ser enfermera en un hospital. ¿Todo esto evitará que no haya casos de corrupción e ineptitud? No, también hay militares, pilotos o médicos ineptos, pero los falsos positivos serán menores si existe este proceso de selección.

Hay personas que encuentran en la política estímulos que les producen placer, lo que a muchos les lleva a engancharse, como una droga. ¿Qué implica?
—Si hay una falta de normas para gestionarlos, se da pie a que personas sin escrúpulos y sin autocontrol campen a sus anchas. Influencia, poder, manejo de dinero, trato de favor. El poder y el sexo son los dos mayores motores de la conducta que existen, como dijo Freud. Para ejercer el poder hay que poner normas que vayan más allá de la mera ley de la selva. En los partidos muchas veces acaban ascendiendo personas que no están preparadas para ello porque son las más fuertes, con menos escrúpulos y que menos capacidad tienen para sentir culpa.

Sabemos que esto pasa, pero ¿por qué no hacemos nada?
—Lo atribuyo al enorme poder de manipulación de los políticos ineptos. Hay un manual de manipulación que viene de Grecia y Roma: los tiranos llegaban al poder asesinando a su predecesor, pero, a cambio, daban fiesta, alimento y seguridad. Eso hace que el resto te dé igual. También tendemos a la sumisión porque es más cómodo callarte que estar peleando en la barricada. Cuando ves que te engañan permanentemente y no puedes hacer nada, pasas a no sufrir y lo aceptas. La obediencia interna en los partidos es otro factor.

¿El desprestigio político ahuyenta a las buenas personas?
—Hay mucha gente solvente con experiencia que no se quiere ver mezclada con ciertos políticos. Conozco a muchos que no quieren verse salpicados por la corrupción o escándalos del que le toque al lado.

Analiza los discurso vacíos, que los medios reproducimos. ¿Somos igual de culpables?
—Siempre hecho la culpa al político que manipula porque siempre será más mentiroso que el periodista. Está obligado a trabajar con las técnicas de la manipulación política. Bush padre le dijo a un periodista que él gobernaba y que siempre estaría por delante. El político manipula y el periodista lo recoge bien o mal. Me enfada que a un político se le pregunte una cosa y conteste el argumentario que le han pasado sin tener nada que ver.

El otro extremo es contestar con soberbia, como hace Ayuso.
—A la insoportable arrogancia y la falta de autocontrol le dedico un capítulo, pero lo considero incompetencia de bajo nivel.

Es una marca que da votos.
—Es incompetencia de bajo nivel, como la desfachatez del ministro Óscar Puente, que se le coge para hacer eso, que entra dentro de la comunicación política.

¿No le parece una respuesta al estilo de la derecha, como hizo Pedro Sánchez en El Hormiguero al cambiar de registro?
—Es el juego político, y puede haber salidas de banco cuando eliges a una persona que no te importa que mienta, que sea soez o insulte mientras cumpla un papel que puedas compensar. Puente, dentro de unos márgenes, bordea el límite, porque es ministro, no secretario general del partido, que puede permitirse otro estilo.

¿Cómo frenar la degradación del discurso político?
—El único freno está en las urnas. Se da por aceptado que en política se puede mentir. Maquiavelo, en El príncipe, viene a decir que no pasa nada si se hace para conseguir un objetivo, pero propone una moral privada, que transmites a tus hijos, en la que mentir está mal. Reclamo que hay que volver a la ética anterior a Maquiavelo y que todo político que mienta se le pueda expulsar. Sé que es difícil, sé donde estoy, pero es necesario.

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