Joan Manuel Segura, de 38 años, no era creyente, y ahora incluso tampoco lo afirma con seguridad, cuando se hizo judío. Su nombre en hebreo es Baruch y viene de descendencia xueta. Es judío por cumplir con sus raíces, como una manera de vivir; porque aquí ha encontrado la verdad. Pero deja fuera de la conversación la fe. «Soy judío para reparar mi historia; porque si no hubieran habido las injusticias del pasado hacia la comunidad judía, sería judío de nacimiento», expresa.
Baruch es uno de las más de 200 personas convertidas al judaísmo en Balears. Son una minoría que resiste como la que más en un momento gris para la comunidad: no hay relevo generacional y eso les preocupa. Baruch es filósofo y profesor de instituto. Asegura que fue su profesión la que le dio pinceladas de conocimientos judíos tras leer a ciertos filósofos. Cree que el judaísmo no es tanto fe sino además una forma de vida.
En 2016, se puso en contacto con una persona que le abriría las puertas a la conversión. Se introdujo en un grupo de estudio que hoy en día no existe. En febrero de 2023 viajó a Jerusalén (Israel) y se convirtió. «Desde luego, no ha sido fácil vivir en una isla como Mallorca y tomar la decisión de convertirme», expresa en relación a la dificultad de encontrar clases o grupos. Una de las preguntas más frecuentes que le hacen es: ¿por qué eres judío si antes no creías en nada? «Esta es la eterna contradicción de un judío que vive en una sociedad no judía», bromea. Ante esto, explica que «se adaptan como pueden», pero que en la mayoría de casos no hay problemas para cumplir las normas del libro sagrado.
Pedro Bernat, de 49 años, es Shimon y hace poco más de un año que se convirtió. Explica que la inquietud por esta práctica la sentía desde hace años, pero no tomó la decisión de empezar la formación hasta hace casi seis. «Poco a poco, empecé a tomar conciencia, a respetar más el Sabbat – el día sagrado de la semana en el judaísmo– y la alimentación», argumenta.
Pero también reconoce que «no es fácil el judaísmo. Hay que tener constancia a diario, y no todo el mundo puede permitirse, por ejemplo, no trabajar en Sabbat». Shimon estudiaba durante esos años dos horas al día sin interrupción. «No he tirado la toalla por la fe que tengo».
De judíos a ‘xuetes’
La historiadora xueta Laura Miró viene de antepasados judíos de la Isla que tuvieron que convertirse al cristianismo. Sus raíces han copado prácticamente toda su trayectoria académica. Ha publicado cuatro libros sobre la cuestión xueta y el judaísmo en Mallorca.
Laura ha vivido toda su vida en la calle l’Argenteria, lo que era el último reducto del gueto judío. Su padre, y la familia de él, regentaba una joyería, negocio que en el 2000 tuvo que cerrar. «No tengo interés religioso, pero sí respeto por la comunidad y mucho interés histórico y cultural», afirma Miró. En su casa, reconoce que la herencia xueta no la ha visto, sino más bien «la católica y cómo ser un buen cristiano». Esto lo extrapola al pasado, cuando la sociedad judía convertida al cristianismo mostraba su fe católica por miedo a represalias. «Una prima de mi abuela era monja y me contaron que la enviaron a muchos conventos fuera de Mallorca por ser xueta».
«Los xuetes llegaron a aceptar lo que les tocaba vivir», sostiene la historiadora. Detalla que no fue hasta el liberalismo cuando se produjeron «muchos cambios positivos» para la comunidad xueta. En este sentido, pone como ejemplo un hecho histórico y que refleja en su último libro Els estudiants de l’institut Balear. El cas del metge Guillem Aguiló i Forteza. «Cuando se inaugura el Instituto en 1835 permite por primera vez a estudiantes xuetes para cursar la educación secundaria».
En cuanto a los judíos, «hablamos de ellos hasta 1435 porque llegaron las conversiones y los descendientes de éstos son los xuetes».Cuenta, además, que en Palma existía una fuerte comunidad gracias a la llegada de judíos extranjeros hasta el franquismo, que huirían por miedo a las amenazas. «Lo que ha faltado en la Isla ha sido un interés por parte de mallorquines por convertirse al judaísmo», opina.
Fundamentalmente, esta población se dedicaba a la joyería, a la venta ambulante y a la seda. «Esta limitación de los oficios venía porque en los gremios había cláusulas de pureza de sangre. Si uno tenía sangre judía, no podían entrar a según qué gremios», explica Laura Miró.
La parisina Jacqueline Tobias es de origen judía y una de las referentes de dicha cultura en la Isla. Es además desde hace más de 40 años la presidenta del Instituto de Relaciones Culturales Balears-Israel. Se instaló en Mallorca en 1957 y se casó con un mallorquín. «Cuando llegué, vi una comunidad judía que vivía de espaldas a la sociedad. Pero con la llegada de Abraham Barchilon cambió y se abrieron más», afirma. Cree que, a pesar de ser una comunidad muy pequeña en la Isla, «los judíos no van a desaparecer». Eso sí, «tienen que integrarse todavía más», sostiene.
Toni Pinya, Pinhás, se convirtió en 2013 a raíz de estudiar las cocinas mallorquinas, entre ellas la judía. «A lo largo de esta búsqueda nació en mí una espiritualidad marcada por el arte culinario judío», dice. Antes, recuerda que en las tradiciones isleñas era frecuente que a uno le bautizaran y que cumpliesen con el protocolo cristiano «más por algo social y por cumplimiento del deber cristiano. Quizá porque mi familia era también xueta, tenía que mostrar actitudes más severas en el cumplimiento del cristianismo y a mí me sobrepasaba. Por eso, con 14 años ya dejé de ir a misa y a seguir una religión que no me hacía sentir nada», reflexiona.
Fue fácil la conversión porque tuve como maestro al rabino Nissán Ben Abraham. Como curiosidad cuenta que «sus antepasados y los míos tienen una unión dentro de la misma saga familiar. La conversión fue una experiencia muy espiritual», subraya, aunque afirma que había amigos que le llegaron a cuestionar esta decisión. Sobre el futuro de la comunidad augura que «se fortalecerá a los mismos niveles de la época en donde los judíos tenían mucho que decir».