Periodista, profesor de Lengua Castellana y Literatura y director del instituto público de Son Cladera desde hace cinco cursos. Manu Blanco ahora es, además, el nuevo presidente del Consell Escolar de Mallorca, donde aspira a que los centros de la isla se unan para compartir experiencias exitosas y fuercen a la Conselleria a hacer mejoras.
El puesto que ocupa no ha sido demasiado influyente en la política educativa. ¿Cómo cambiará esta percepción?
— Es cierto que la función del consell escolar es consultiva, pero sí que permite elevar informes y propuestas al Consell y la Conselleria d’Educació. Si se trabaja y se desarrollan medidas, estoy convencido de que se pueden cambiar cosas a mejor, aunque dependerá de la voluntad ejecutiva para aplicarlas. Me reuniré con Coloma Ferrer, Miquel Oliver y Joan Ramon Xamena, que presidieron el consell escolar, para contar con su asesoramiento. El objetivo es mejorar el sistema y el rendimiento académico de los alumnos poniéndolos en el centro de la toma de decisiones, que es el modelo que está funcionando en el centro que dirige.
¿Qué harán a corto plazo?
— Dispondremos de una comisión supramunicipal para que en cada municipio de la isla haya consejos escolares que promuevan la participación y se dinamicen estos órganos. Además, crearemos comisiones de trabajo específicas sobre absentismo, formación del profesorado, de FP y de innovación educativa. En esta última se hablará de la digitalización de las aulas y el éxito educativo, porque tenemos datos de rendimiento muy bajos y debemos mirar cómo mejorarlos. El absentismo es un factor muy importante que está debilitando el sistema educativo balear, especialmente en Mallorca. Presionaremos al Govern para encaminar nuevas acciones educativas.
¿Qué puede aportar al resto de centros el trabajo que están haciendo en el IES Son Cladera?
— En la gestión de un centro siempre hay un denominador común: el alumno. A partir de ahí hay que adaptarse a la idiosincrasia del colegio o instituto y aplicar las buenas prácticas que funcionen en otros centros. Es importante empezar a interrelacionarnos y expandir las mejoras exitosas.
¿Qué males estructurales identifica en el sistema educativo?
— El absentismo, el alto porcentaje de alumnos inmigrantes, que requieren mayor atención especial y más recursos para incorporarlos al sistema educativo, y el goteo constante de alumnos que llegan a medio curso, lo que entorpece la organización de los docentes. Esto último se debe al movimiento de trabajadores del sector servicios que se mueven mucho entre comunidades.
¿Cómo combatirlos?
— Hay que acortar el distanciamiento entre el alumno y la escuela, porque para muchos no es su plan A. El chaval que deja los estudios para irse a trabajar en el sector servicios no lo haría si la educación fuera su primera opción. No hay una receta mágica, es difícil. Pero sí funciona el trabajo junto a la familia y el alumno. Por eso es importante el consell escolar, porque están representados todos los sectores educativos. Cuando se tome conciencia de que estos ítems son importantes para el progreso de vida de las familias, acortaremos el distanciamiento que comentaba. Dedicación y atención.
El consell escolar tiene competencias en escolarización. ¿Cómo ve la eliminación de zonas?
— Veremos cómo se define el decreto de la Conselleria, pero tendremos que emitir un informe. Si al final la zona escolar queda en una única, habrá que ver muy bien qué criterios se usan para repartir de forma equitativa con el fin de evitar que sea la administración la que cree guetos y garantice un reparto igualitario en cuanto a la tipología de alumnos.
Xavier Díez, del Consell Escolar de Catalunya, cree que la flexibilidad curricular está haciendo que cada centro se especialice según la clase social de su alumnado, lo que crea una desigualdad mayor. ¿Cómo lo ve?
— La ley dice que hay que trabajar las cosas, pero da libertad sobre cómo hacerlo. No se tendría que generar esa desigualdad, pero depende de las interpretaciones que se hagan de la norma. El problema no es el curriculum. La escuela pública es el ascensor social para que todo el mundo pueda ser más igual. En eso trabajamos. Cuando hablamos de calidad educativa, no es algo de tener más profesores o que cobren más, sino de que en un instituto público puedan tener comedor o puedan ir de Erasmus.
Nunca ha ocultado su afiliación con el PP, con el que ha trabajado. ¿El plan de elección de lengua creará un conflicto entre docentes y familias?
— La lengua es un vehículo de comunicación y no de confrontación. No creo que haya una intencionalidad manifiesta en confrontar, pero está claro que el catalán no es un problema en los centros educativos. Si una familia te pide que hables en castellano, lo haces, y si necesitan un documento traducido, lo mismo. No sé donde está el problema. La clave es el sentido común. Hacer de esto un problema es absurdo. En Son Cladera nunca hemos tenido un problema por cuestión de lengua. Y aquí, concretamente, algunas tutorías se hacen en inglés, porque muchos alumnos son de países africanos. Nos interesa que los padres sepan cómo progresa su hijo.