Serafín Carballo (Madrid, 1955) es doctor en Psicología por la Universitat de les Illes Balears y licenciado en la Universidad Complutense de Madrid. Dirige la Oficina Balear de la Infancia y la Adolescencia (OBIA) desde 2016. A principios de mes, presentó la memoria anual de la organización correspondiente a 2018 en el Parlament.

¿A qué se dedica exactamente la OBIA?
— Nuestras competencias pasan por atender la quejas que nos llegan de los profesionales, las familias o los menores. Trabajamos para procurar la mejora de la atención a la infancia y a la adolescencia. Hacemos supervisiones de los centros en los que hay niños y jóvenes de protección y reforma y les damos propuestas de mejora.

¿Qué refleja la memoria de 2018 ?
— Hemos realizado 259 actuaciones de las que 160, es decir un 68 %, han terminado con una obertura de expediente relacionado con la posibilidad de que haya una vulneración de derechos de algún niño o adolescente. Esta cifra ha bajado respecto a los años de crisis económica pero ahora también se atiende mejor a los niños.

¿Quiénes son los que acuden a pedir información?
— El 45 % de los que vinieron fueron profesionales y luego un 15 % eran madres y un 5 % padres. Los menores fueron un 3 %. Por islas, fue Mallorca la que concentró más solicitudes.

¿A qué ámbitos pertenecen estas demandas?
— El 37 % de las peticiones estaban relacionadas con la integración social y la protección jurídica. Otras peticiones, que se resolvieron con la administración supusieron el 36 %, las relacionadas con educación y cultura un 13 % y desde salud y maltratos fueron el 4 %. La mayoría de los casos son de separaciones cuando los padres no llegan a un acuerdo en guarda y custodia. Es una fuente frecuente de demandas que hace necesario tener coordinadores de parentalidad.

Esta oficina trabaja de forma conjunta con la Fundación ANAR.
— Tenemos un convenio con ellos para lo que se conoce como el Teléfono de la Infancia, un servicio de 24 horas los 365 días del año para recibir llamadas de profesionales o de familiares sobre posibles situaciones de maltrato. Es un teléfono común con otras comunidades. El año pasado llamaron 2.157 personas a la línea 11611. Suelen ser padres o adultos que piden orientación.

¿Cuáles fueron los motivos de las llamadas?
— El 65 % fueron por situaciones de violencia sobre los menores y de éstas el 34 % fue por maltrato psicológico y el 12,5 % por abuso sexual.

Conociendo estas cifras, ¿cómo valora el estado de la Infancia y la Adolescencia en Baleares?
— Ha habido avances importantes pero la sombra de la crisis económica todavía planea sobre nuestra comunidad de forma preocupante. El Instituto Nacional de Estadística (INE), con cifras de 2017, habla de que un 30 % de niños viven bajo el umbral de la pobreza, cuatro puntos por encima de la media europea. Esto se agrava en Baleares donde hay contratos de alta temporalidad, trabajadores pobres, emergencia habitacional, familias que no llegan a final de mes… Estos y otros factores que hacen que reducir la pobreza sea más lento.

¿Hay motivos para ser optimista?
— En otros campos sí hay mejoras. Por ejemplo el 85 % de los alumnos acaban los estudios de secundaria y se ha reducido en 5 puntos el número de repetidores entre el año 2012 y 2018…

Haga una radiografía del adolescente de aquí.
— Un tipo único es difícil. En Baleares hay muchos adolescentes que abandonan los estudios porque han repetido o no se han sentido atraídos por la escuela. Y de algún modo viven en sus casas con la conflictividad que esto puede generar. También hay un elevado porcentaje de adolescentes con malestar vital porque no tendrán las cuotas de bienestar de sus padres, que tienen una visión de futuro desesperanzada y necesitan vivir en el presente de un modo intenso. Y algunos de ellos pasan a un tipo de ocio donde el consumo de alcohol y otras sustancias es frecuente.

¿Los jóvenes beben mucho?
— Tenemos un índice de consumo de alcohol importante y muchos comas etílicos. La sociedad tiene que ofrecerles perspectivas más ilusionantes, hay que dar alternativas de ocio saludable, fomentar el trabajo, el voluntariado… Otro perfil común de adolescentes es el que está enganchado a las redes sociales a un nivel que les hace correr el riesgo de perder la visión de la realidad.

¿A qué puede deberse?
— En Baleares hay una sociedad dual, con falta de integración social importante. Por un lado hay un sector de gente que vive muy bien y por el otro hay muchas personas que viven con dificultades. Este segundo grupo carece de los sistemas de apoyo naturales que tienen las familias más normalizadas, con redes de apoyo familiar débiles o no sin amortiguadores sociales efectivos. La distancia entre ambos es cada vez más ancha. En Baleares hay un consumo muy elevado de psicofármacos.

¿Con qué medidas cuentan para darle la vuelta a esta situación?
— En mayo entró en vigor la nueva ley de la infancia y la adolescencia que da un giro copernicano a las políticas de la infancia poniendo en el centro la prevención y la promoción comunitaria. Además obliga a las administraciones a invertir más en ayudar a las familias.

¿Podría hacerse más desde la administración?
— La apuesta por estas políticas tiene que reflejarse con una mejor dotación económica. Además, hay que hacer que las familias participen más en la toma de decisiones.

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