¿En España aún votamos sobre todo a unas siglas concretas?
Estamos aún en un periodo de maduración de la democracia española y ese proceso de maduración tiene varios componentes, varios indicadores. Uno de ellos es la desideologización del voto. En democracias poco maduras, como lo era la española en los años ochenta, el voto es muy identitario, muy fiel, muy de siglas, por decirlo de alguna manera. Hace tres décadas, tú eras por ejemplo del PSOE porque habías vivido el socialismo en tu casa o porque pertenecías a una clase social determinada. Ese voto a un mismo partido te acompañaba durante buena parte de tu vida, sobre todo si eras una persona mayor. En la actualidad, todo eso se está difuminando poco a poco. El voto se ha hecho hoy mucho más racional, por dos motivos. El primero es que hemos madurado y eso implica un mayor desapego a lo ideológico, que en el fondo no es más que una atadura. Ahora empiezas a votar a otros partidos que no son tu antigua preferencia de siempre y descubres que no pasa nada. Sigues durmiendo igual —sonríe— y no has traicionado nada. El segundo motivo, casi más importante, es el del incremento de la oferta.
«El voto en España es hoy más racional, menos ideologizado»
Hoy hay más donde elegir, como en el fútbol…
Sí, así es. No es lo mismo tener que elegir sólo entre dos equipos grandes, el Real Madrid o el Barcelona, que entre más equipos. Antes, cuando eras del Madrid o del Barça, era muy difícil que cambiases, porque por mucho que racionalmente quisieras cambiarte de camiseta, a la hora de la verdad había una fidelidad, precisamente porque sólo había dos grandes equipos, que se enfrentaban y competían. Volviendo de nuevo ahora a la política, desde el momento en que tanto en la izquierda como en la derecha hay hoy una oferta electoral mayor, el remordimiento que tienes a la hora de no votar a tu antigua primera preferencia es menor. Piensas, por ejemplo, que no pasa nada si no votas al PP en estas elecciones y optas por Vox o por Cs, pues puedes volver a votar al PP en los siguientes comicios si entonces te convence. Hay menor remordimiento de conciencia porque hay más oferta. Estamos yendo hacia un voto racional o estratégico, abandonando un poco el concepto de voto fiel o identitario a unas siglas.
¿La gente confía hoy más que antes en las encuestas?
En España, que es una democracia relativamente joven, las encuestas han empezado a formar parte del escenario político y electoral un poquito más tarde de lo que ha ocurrido en otros países. En Estados Unidos, por ejemplo, su pregunta no existiría, porque llevan muchas décadas trabajando con este tipo de instrumentos. No hay que olvidar que una encuesta es una herramienta científica, que al final está puesta al servicio de los ciudadanos a través de los medios de comunicación. Por lo tanto, se convierte en un actor más del teatro político. En nuestro país, hemos ido de menos a más en esta materia. Ahora mismo, estamos en un momento culminante o incluso quizás ya de presaturación, que todavía no ha ocurrido. La influencia de las encuestas es hoy mucho mayor de la que había años atrás. En ese sentido, el actual debate sobre si aciertan o no aciertan tiene lugar, precisamente, en un contexto en el que casi siempre aciertan.
Suelen acertar cada vez más, sí…
Es cierto que cuando a veces no lo hacen o cuando ocurre algún tipo de desajuste, enseguida aparecen titulares diciendo «las encuestas han fallado», pero este debate de si han fallado o no forma parte de un contexto en el cual antes eran muy imperfectas y ahora son muchos más perfectas. Nos encontramos ya en el detalle de si dos puntos arriba o dos puntos abajo es o no fallar, algo que en cualquier caso está dentro del margen de error. Así que contestando a su pregunta, le diría que las encuestas tienen hoy más poder que nunca, más influencia que nunca y la gente se fija más que nunca en ellas para tomar su decisión final, del mismo modo que una persona se puede fijar en la bolsa antes de decidir hacer o no una inversión. En el fondo, en las encuestas estamos haciendo predicciones de comportamiento para la toma de decisiones. Las encuestas influyen porque no puede ser de otra manera, porque forman parte del escenario político y mediático.
«La influencia de las redes sociales se ha magnificado»
¿Qué influencia tienen hoy las redes sociales a la hora de votar?
Yo creo que su posible influencia se ha magnificado. Es cierto que las redes sociales son un canal de comunicación, con pocas normas, tremendamente espontáneo, en donde además hay mucha información multidireccional e interpersonal en el 90 por cien de los casos. Podría parecer que todo ello ha de tener también su correlato e influencia en la decisión política, pero eso es un espejismo. De hecho, existen ya diversos estudios en donde se constata que la correlación entre el movimiento en las redes sociales y el voto efectivo es prácticamente nula o de muy pequeño nivel. Aun así, hay algunas leyendas en ese sentido, como la de que Donald Trump basó su campaña electoral presidencial en las redes sociales o la de que Podemos movió toda su energía política o electoral en las redes sociales. La energía, sí, la decisión del voto, no. Por tanto, no debemos exagerar, entre otras razones porque los intentos de convertir el mayor o menor movimiento en las redes sociales en un indicador del voto han fracasado.
¿Podría poner algún ejemplo en ese sentido?
Sí, por supuesto. Ahora mismo, Vox es el partido que, con diferencia, tiene más menciones, más retuits y más seguidores en las redes sociales, ya sea en Twitter o en Facebook, pero a la hora de la verdad es un partido que tiene hoy un porcentaje estimado del 10 por cien del voto y que puede aspirar a cuatro o cinco puntos más como máximo. En cambio, la formación que menos influencia tiene hoy en las redes sociales, el Partido Popular, quedará en segundo lugar en las elecciones generales del próximo 28 de abril. En cuanto al PSOE, que va a quedar 10 puntos por encima del PP, se encuentra en un término medio si lo comparamos con Podemos, con los nacionalistas e incluso con Vox. Las redes sociales son un buen elemento de comunicación para compartir vídeos, para agitar, para movilizar, pero siempre como una ayuda, como un complemento, no como algo esencial o definitivo.
¿Las campañas electorales son hoy más duras que años atrás?
Es posible que la percepción hoy sea esa, como cuando hablamos del tiempo. Todos los inviernos nos parecen los más fríos de la historia y todos los veranos nos parecen los más calurosos de la historia —sonríe—. Cada campaña electoral es un mundo, si bien podemos decir que todas ellas tienen un índice de competitividad y de crudeza máxima. También es verdad que en algunas campañas ha habido momentos o acontecimientos muy concretos que han provocado un plus de crispación. Recuerdo ahora, por ejemplo, el movimiento del «¡No a la guerra!» poco antes de los comicios autonómicos de mayo de 2003. Aquel fue un momento de gran crispación, en el que hubo una mayor crudeza en las acusaciones entre los distintos partidos. Pero insisto, aun sin acontecimientos extremos, todas las campañas alcanzan durante unos días un nivel máximo de crispación y de movilizaciones. Todas tienen un punto de máximos y en esta ocasión va a ser también igual.
«Todas las campañas tienen un índice de competitividad y de crudeza máxima»
¿El tema de Cataluña será decisivo en estas elecciones?
Yo diría que sin duda será uno de los temas, pero añadiría que lo que pasa ahora en Cataluña no va a determinar un voto mayoritario. De hecho, el PSOE está subiendo en las encuestas a pesar de su actual política con respecto a Cataluña. Si esa teoría de un posible voto decisivo por este asunto fuera cierta, ya sólo la visualización de que el PSOE pudiera pactar con los nacionalistas de cara a un futuro gobierno haría que una enorme masa de electores no votase a los socialistas. Y por ahora eso no está siendo así. Por lo tanto, si bien es cierto que la situación en Cataluña formará parte del debate electoral, lo hará con una influencia quizás algo menor de lo que se esperaba antes del inicio del juicio a los líderes del «procés». Dicho esto, si las encuestas apuntasen en algún momento que la suma de escaños de socialistas y nacionalistas estaría dos escaños arriba o dos abajo de la mayoría absoluta, fijada en 176 escaños, entonces sí podría haber un efecto en el sentido del voto de algunos electores, un efecto que sería pequeño, aunque determinante. Ese posible «voto del miedo», que haría perder dos o tres escaños, podría acabar siendo efectivamente decisivo.
Los expresidentes Zapatero y Rajoy se muestran optimistas con respecto al futuro de España…
La visión optimista es real y la visión pesimista también es real —sonríe—. A un expresidente le toca ser optimista y decir que España funciona bien, mientras que a un político que está intentando llevarse el voto le toca decir lo contrario, que está todo muy mal. Unos y otros tienen parte de razón, cada uno desde su propia perspectiva. Le voy a poner un ejemplo concreto, referido en este caso a los servicios públicos de Palma. Si se le pregunta a los usuarios de la EMT sobre su funcionamiento, seguramente muchos dirán que el servicio es mejorable, que el parque móvil es inadecuado, que las frecuencias son insatisfactorias o que las rutas no están decididas con suficiente inteligencia. Eso es así, esa percepción es real. Pero si luego te vas a cualquier capital de Europa de las mismas dimensiones que Palma, te das cuenta de que Palma es una delicia por lo que se refiere al transporte público.
No estamos tan mal, entonces…
Es verdad que España es un país con un montón de problemas, económicos, estructurales, coyunturales o de derechos sociales, pero cuando viajas a otros países y haces un poco de análisis comparado, te das cuenta de que desde el restablecimiento de la democracia nuestro país ha tenido los cuarenta años mejores, de mayor y más rápido desarrollo en todo el mundo. En ese sentido, me apunto más a la visión de los expresidentes Zapatero y Rajoy que a la visión de los políticos que están ahora en la cancha de juego. España ha evolucionado mucho y ahora mismo es un lugar deseado, esencialmente porque es un destino moderno.
¿Es cierta la recurrente afirmación de que en España las elecciones se ganan desde el centro?
Si lo que se quiere decir con esa afirmación es que los dos partidos hasta ahora mayoritarios en España eran de centro —al menos en parte—, hay algo de cierto en esa aseveración. Hasta hace unos años, se podía decir que el PP era un partido de centroderecha, pues abarcaba desde el centro hasta la derecha e incluso hasta la extrema derecha. En ese espacio ideológico tan amplio no había entonces ningún otro partido. Algo parecido pasaba también con el PSOE cuando se decía que era de centroizquierda, pues del centro a la izquierda el único competidor que tenía era Izquierda Unida, que además se encontraba en el extremo ideológico. Por lo tanto, en cierta forma el PP y el PSOE eran de centro y ganaban elecciones, sí. Sin embargo, fíjese en que ahora que hay un partido estrictamente de centro, Ciudadanos, su presencia no es tan grande como cabría esperar. Recordemos que va tercero en las encuestas. Algo parecido ocurre con el PI en Baleares, que a pesar de ser de centro, es una formación muy minoritaria. Ambos partidos podrían ser decisivos para conformar los nuevos gobiernos tras los próximos comicios, pero no porque el centro político sea hoy mayoritario en España, sino porque Cs y el PI pueden pactar tanto con la izquierda como con la derecha.
Hablando de Baleares, ¿hay alguna peculiaridad que nos diferencie del resto del país a la hora de votar?
Porcentualmente, podríamos decir que el voto autonómico en Baleares coincide en un 80 por cien con el que se puede producir a nivel nacional. O dicho de otro modo, las circunstancias o los condicionantes propios de la Comunidad influyen en un 20 por cien del voto finalmente emitido. Puede parecer poco, pero tres o cuatro puntos arriba o abajo para un partido isleño pueden ser decisivos para poder conformar o no un gobierno. A la hora de votar, en Baleares influyen distintos elementos, como por ejemplo las filias o las fobias. Recordemos, en ese sentido, las críticas que suscitó en las elecciones autonómicas de 2007 que Jaume Matas hubiera decidido incluir en las listas del PP a la escritora Maria de la Pau Janer. Otro elemento que influye también en Baleares es lo que dice cada programa electoral sobre la lengua, el turismo o el medio ambiente. Por otra parte, puede haber cuestiones que no afecten a determinadas zonas de España y sí a nuestra Comunidad, como por ejemplo la corrupción. Por todos los factores indicados, en Baleares alguien puede votar al PP o al PSOE en unas elecciones generales y no hacerlo luego en las autonómicas.
«España es un país de centroizquierda»
Suele decirse que España es un país de centroizquierda…
Es una afirmación correcta, sí, efectivamente es así. Si el 100 por cien de los españoles fueran a votar, seguramente habría una suma mayoritaria de votos de centroizquierda. Otra cuestión diferente es lo que puede pasar luego ante unas elecciones concretas, pues cuantos más partidos hay en la izquierda o en la derecha, más difícil es sumar una mayoría parlamentaria en escaños. En cualquier caso, no sólo España es de centroizquierda, sino que también lo son la mayoría de países, porque es más fácil ser de izquierdas que de derechas. Para la gente poco comprometida, la izquierda proporciona muchas más ventajas a nivel político, pues promulga una visión progresista, una mayor igualdad de derechos o que el Estado subvencione. La izquierda promulga una serie de principios que son más cómodos para el posible elector, más sociales que los de la derecha, que defiende una libertad de mercado que en el fondo es competitiva y menos cómoda. Esa libertad de mercado puede propiciar a la larga unos mejores frutos económicos para la mayoría de ciudadanos, pero en términos sociales es más incómoda.