La tradicional encuesta de IBES para Ultima Hora nos arroja un panorama cargado de incertezas. Aunque su credibilidad está fuera de toda duda, sus resultados a siete meses de las elecciones autonómicas y locales no marcan aún más que tendencias, cuya evolución será determinante para conocer quién se sentará los próximos cuatro años en el Consolat de Mar.
Más allá de si Vox tiene o no mucho voto prestado que, a poco que sea necesario, volverá por donde vino –al PP–, lo más llamativo es la fragilidad de un espacio tan trascendental y equilibrador como el centro político.
El PI aparece, de momento, como el elemento clave para desplazar el fiel de la balanza a un lado u otro, pero su margen con la irrelevancia es demasiado pequeño. En estos momentos, en que en la casa de los regionalistas –qué poco me gusta el término– se han acabado las rencillas, o eso parece, solo un 0’7% del voto les separa del extraparlamentarismo, según el sondeo. Si en ese espacio acaban surgiendo alternativas, la llave puede escapárseles por el desagüe.
Lo cierto es que llevamos más de un año escuchando la posibilidad cierta de que una alianza de partidos locales independientes presente una opción centrista insular que huya de determinadas etiquetas que dividen al electorado. Consta que en algunos municipios se sigue trabajando sigilosamente en ello, pero comienza a ser hora de saber cuántas piezas va a haber sobre el tablero en mayo y si, finalmente, se consigue aunar en una única candidatura a centristas de todo pelo para ofrecer una alternativa real a las alianzas malditas PSIB-Més-Podemos o PP-Vox, que generan crispación y desequilibran los pactos hacia la radicalidad.
A todo ello, hay que sumar el hecho de que el voto a Ciudadanos –si es que en mayo continúa existiendo esta formación– va a suponer con toda certeza un dispendio inútil, y no está el centro como para echar votos a la papelera.
Así las cosas, de aquí a Navidad el horizonte tiene que comenzar a aclararse, pues de lo contrario pudiera ser demasiado tarde.
Por más que me empeño, no consigo zafarme de determinados políticos que me siguen proporcionando materia prima semana tras semana. Es el caso del podemita Iván Sevillano, al que por lo visto no le está bastando el cisco que está armando en la autopista de Andratx y, por eso, quiere montar uno permanente en la que une el aeropuerto con Palma.
En una nueva iluminación propia del personaje, ahora resulta que el carril izquierdo del tramo entre Son Sant Joan y el Palau de Congressos va a reservarse a vehículos ocupados por más de una persona, con el fin de fomentar el uso comunal del automóvil. El invento se llama VAO y supongo que lo ha importado de Cuba, donde es normal compartir un ‘haiga’ cochambroso para intentar sortear las miserias del comunismo.
De manera que todos aquellos que viajamos con cierta regularidad fuera de la Isla por motivos de trabajo y, naturalmente, lo hacemos solos, vamos a tener que arrendar en el aeropuerto los servicios de pasajeros ficticios para evitar morirnos de asco en los embotellamientos de la autopista de Levante, cuyos carriles central –el genuinamente mallorquín– y derecho ya están normalmente colapsados como consecuencia de los desvíos al segundo cinturón y a la vía de cintura.